La espirometría es una prueba médica que se utiliza para ayudar a diagnosticar y controlar enfermedades pulmonares como el asma, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), la bronquitis crónica, el enfisema o la fibrosis pulmonar. 

Mediante este examen se mide el aire que es capaz de inspirar y expirar el paciente, dando así una idea del estado de los pulmones. Hay que tener claro que la espirometría no va a determinar qué tipo de patología está haciendo que nuestros pulmones no estén rindiendo al máximo, pero sí van a indicar que hay una alteración en la función pulmonar. 

¿CÓMO SE HACE UNA ESPIROMETRÍA?

La prueba es muy sencilla. Sentados correctamente, el paciente expulsa todo el aire que puede con la máxima fuerza posible a través de una boquilla conectada a un aparato denominado espirómetro.

Así se mide la cantidad de aire que entra y sale de los pulmones, y a qué velocidad puede hacerlo.

Las ventajas de esta prueba son muchas, y es muy sencilla:

Es ambulatoria, es decir, no requiere ingreso hospitalario
No duele
No requiere ningún tipo de preparación
Solo hace falta vestir ropa cómoda que permita respirar correctamente
Dura unos 10 minutos. 

Tampoco es necesario tomar ningún medicamento antes de realizarla, aunque sí debemos informar al médico si se estamos con algún en tratamiento.

LOS ESPECIALISTAS RESALTAN LA IMPORTANCIA DE ESTA PRUEBA

A pesar de su sencillez, la espirometría es una herramienta diagnóstica de gran utilidad.

Así lo pone de relieve la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) que insiste en la importancia de contar con un espirómetro en todos los centros de salud de España y, en caso de ya disponer de él, utilizarlo como parte del protocolo en la revisión rutinaria de los pacientes.

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