La llevamos pegada en la cara, apoyada en nuestra nariz y barbilla, hablamos con ella puesta, respiramos a través de ella. La acumulación de bacterias en su tejido es, cada segundo que pasa, más grande y si, en lugar de las 4 horas de vida útil de una mascarilla higiénica, la reutilizamos de forma indefinida, esas bacterias se pueden convertir en un verdadero problema para nuestra salud.
"La inhalación continuada de esos virus y bacterias acumulados en las mascarillas, sumado a la falta de efectividad derivada de su uso excesivo, predispone a nuestro organismo a padecer una neumonía bacteriana o vírica", explica la neumóloga. La neumonía es una de las enfermedades que más afectan a los pulmones y se contrae cuando un virus, hongo o bacteria, ingresa en nuestro cuerpo e impide que el oxígeno circule por la sangre.
"El problema es que gran parte de las bacterias de la boca o de las vías respiratorias superiores pueden acabar produciendo patología a nivel inferior, baja el moco a los bronquios y producen infecciones de vías respiratorias inferiores", añade. Algunos de los síntomas más frecuentes de esta patología son la tos, que puede estar acompañada o no de expectoración, y la fiebre. Aunque también puede presentarse dolor en el tórax y dificultad para respirar.