Se diagnostica mediante una historia clínica, recogiendo el antecedente de tabaquismo, si existen otros problemas de salud y los síntomas del paciente, y una espirometría, que es una técnica sencilla y sin riesgos. Por ello, no debería haber ningún retraso para su diagnóstico. Sin embargo, muchas personas con EPOC no están diagnosticadas o se ha tardado mucho en hacerlo. Una de las razones es que los síntomas son inespecíficos. La EPOC se caracteriza por síntomas respiratorios crónicos como disnea o sensación de falta de aire, sobre todo con los esfuerzos, tos y expectoración. Como suelen ser síntomas de instauración lenta, las personas lo atribuyen al tabaco, al sedentarismo, a la falta de forma física, a la obesidad o a la edad, y no consultan por ello, o no le dan relevancia cuando visitan al médico. Por otro lado, la EPOC, aun siendo frecuente, es una gran desconocida. Otra razón es la dificultad para hacer una espirometría en ciertos entornos, ya que, pese a ser una técnica sencilla, requiere personal entrenado para que los resultados sean fiables. Esto requiere personal cualificado, que no está disponible en todos los centros, sobre todo en primaria. Una espirometría debe hacerse en todos los fumadores o exfumadores con síntomas, sobre todo a partir de los 35-40 años. Otra consideración es que hay personas mal diagnosticadas de EPOC; es decir, que su problema no se debe a una obstrucción del flujo de aire en las vías aéreas. Por tanto, en una enfermedad tan frecuente y que se puede diagnosticar de forma sencilla, hay un problema de retraso, de infra y de sobrediagnóstico.